Hoy es un gran día. Hoy, Les Mots de Marguerite, este pequeño tarro de caramelos variados, os hablará de ¡todas esas bonitas cosas que no sabe hacer! Porque esa es la verdad, hay muchas cositas muy cuquis que me gustaría saber hacer pero no… más vale ser sincera y decir que soy torpe! Y me dan ganas de llorar, y me escondo (¡en la cama, escondida bajo la almohada, de otra forma CheriGuiri pensará que se ha casado con una loca!)
Y lloro porque esas cositas cuquis hechas a mano, con amor y mucha paciencia me encantan. Lloro porque las ideas no me faltan. Pero lloro, sobre todo, porque la naturaleza es injusta: mi madre sabe hacer mil cosas y yo soy inútil! (hala, ya está, ya lo he dicho, ya no necesitaré pagarme una terapia). Desde que nací, me hace cositas (DIY decimos ahora -¡en inglés todo parece ser más importante!) y sigue haciéndomelas. Con sus 58 flores y sus uñas vestidas de rojo, me ha hecho vestidos, turbantes y diademas (vale, headband si preferís, ¡siempre el dichoso inglés que da más importancia a las cosas!), bolsitas y neceseres, guantes, bufandas y ponchos, pinta tulipas que serviran de lámparas, faldas de danza, llaveros de ganchillo, alas de mariposa para un espectáculo o trompas de elefante, cortinas y fundas para sillas y mil cosas más… Con el nacimiento de la Princesita, se ha puesto de nuevo manos a la obra. Y venga paquetitos que llegan a mi buzón. Y yo, no puedo hacer más que seguir admirando mientras asumo mi incapacidad. A veces se me pasa por la cabeza comprarme una máquina de coser, pero ¿sabría encenderla?
Además de mi madre, también mi abuela y mi tía-abuela y mi tía y la prima de mi madre… ¿os dais cuenta? Estoy segura que hubo un fallo en los genes…
Ideas tengo muchas pero cuando llegan a la punta de los dedos, paff, ¡ahí que se quedan!
Y ya si os hablo de ChériGuiri, él es un manitas de primera. Si intento compararme a él, más vale que corra a esconderme en el baño. El sabe montaros una casa de A a Z, desmontaros un juguete y montarlo en un periquete, ver una máquina, entender el mecanismo interno y haceros el mismo. Un día, cuando éramos unos jovencitos enamorados, quise demostrar que yo podía. Teníamos que pintar una puerta. Una puerta lisa. Me presenté voluntaria. Me acuerdo aún del color, violeta. Me arremangué y lo hice, pero parece ser que no lo hice bien, que no sabía coger correctamente el rodillo. Pfff. No tardaron ni diez minutos en mandarme a otra cosa, bye bye Marga. Con besos, pero bye bye…
O sea que nada, tenía que salir, tenía que contároslo. Y me voy, a la cocina, el único DIY que se me da bien, porque estaréis de acuerdo en que cocinar también es DIY, eso de «hecho por mi misma», sobre todo porque (ya os habréis dado cuenta de ello) los robots no me gustan mucho!