Un freelance que trabaja en casa es un freelance cuya actividad social disminuye. Una cosa conlleva la otra, eso es evidente. En esos tiempos modernos que corren en que el hombre parece que sólo vive a través de la mirada de los demás, eso puede parecer raro e incluso ser problemático para algunos de nosotros.
Cierto, un freelance que ha elegido su casa como oficina no tiene el mismo ritmo de vida que el de su vecino, su amigo o su pareja… que todas las mañanas coge el coche o los transportes públicos para llegar a su puesto de trabajo. Para empezar, nosotros, los freelance, no tenemos esas famosas pausas para el café, momento en el que, y con una taza calentita entre las manos, la gente se explica sus últimas aventuras familiares o sus últimas hazañas del fin de semana. Como tampoco tenemos que confrontarnos a los transportes donde ya no cabe ni un alfiler (eso más bien es algo bueno), o sea que no vivimos esos momentos «épicos» cuando uno intenta leer el mensajito que el vecino está escribiendo a toda marcha en su smartphone último grito. Tampoco vivimos esos instantes maravillosos al contemplar la sonrisa de una niñita en su cochecito abrazando fuerte su osito. Por las tardes, lo mismo ocurre. Podemos poner la olla al fuego en dos segundos para tener la cena lista. Ventajas, inconvenientes. Cada uno lo puede ver de una forma u otra, incluso podemos vivirlo bien el mes de enero y pensar lo contrario el mes de junio. Pero si algo está claro es que desde el momento en que un freelance elige trabajar desde casa tendrá que adaptar su vida social.
¿Qué podemos hacer para encontrar soluciones a esta falta de vida social?
– Matricularse a alguna actividad (deportiva, artística, lúdica…). Es algo que puede parecer evidente, pero a veces el freelance que está metido en su rutina «silenciosa», necesitará que alguien le empuje y le mueva!
– Hacer pausas llamadas «sociales» durante el día: llamar a un amigo, a alguien de la familia, escribir emails, etc.
– Para los que vivimos en «el campo» (como yo), organizar una o dos comidas al mes en la ciudad con amigos o compañeros de profesión. ¡Una escapada urbana y social siempre sienta bien!
– Por la noche, sobre todo sobre todo, prohibirse (a menos que la fecha de entrega lo requiera) seguir trabajando con la cabeza metida en los archivos informáticos. Es mejor una buena velada entre amigos, ver alguna película, rodearse de la familia, cocinar… cada uno con sus preferencias.
– Los fines de semana se hicieron para pasear. Las opciones son muchas pero es seguro que más vale no dejarse morir de aburrimiento en el sofá o seguir trabajando. Mejor salir, tomar el aire, ver amigos, visitar a la familia, jugar con los niños, etc.
– Comprar revistas y periódicos para estar al corriente de lo que pasa. Aunque nos pasemos el día «conectados» a nuestros ordenadores, podemos perder rápidamente la noción del tiempo. (Guiño a las chicas que como yo han pasado de ser «urbanitas» a vivir en «el campo»: comprad prensa femenina, si no tendréis la sensación de ya no saber qué colores están de moda y cuál es el abrigo ‘in’ de la temporada :-P)
¡Y esos son, pues, algunos puntos a tener en cuenta para continuar a tener una vida social llena y feliz!
¿Y vosotros/as cómo lo hacéis?