Siempre me ha costado y aún me sigue costando. Hablar abiertamente de mis proyectos profesionales me cuesta un poco. No es que tenga dificultades para decir cosas positivas sobre mí pero sé que lo hago de manera rápida, con la boca medio cerrada, supongo que queriéndolo explicar pero también evitando entrar en los detalles y que la gente me haga muchas preguntas.
Imagino que varias razones explican esta manera de hacer-ser: una cierta prudencia como si hablando de estas bonitas cosas fuera a frenar otras (igual que cuando te enamoras por primera vez, te enteras de que eres correspondida y no quieres decirlo para no estropearlo); también, supongo, una cierta sensación de impostura porque a veces pienso que no puede ser real, que mi sueño profesional se haya convertido en realidad es imposible; y, como no, también me repito que siempre puedo hacer las cosas mejor, más bonitas, mejor calidad, etc. Pero con los años (y la edad) he aprendido que si siempre estamos pensando en «hacer más y mejor», no disfrutaremos de nuestro tiempo presente y no sabremos valorarlo.
He escrito dos párrafos de este artículo y ya sé que mi texto es algo inconexo porque soy consciente que no sé muy bien como abordar el tema. Y además estoy pensando que quizá hubiera sido mejor no hablar de eso. ¿Y sabéis por qué? Porque siempre intento mimar a mis clientes, soy reactiva, rápida, diplomática, con la sonrisa en la boca (sí, estáis acertando, soy de esas personas que guardan el mal humor para los más allegados. ¿Es mejor? No lo sé), siempre dispuesta al diálogo, escucho con suma atención los proyectos que me presentan, respeto los plazos… Por eso, no quisiera decir nunca una palabra equivocada, algo que pudiera acarrear un malentendido. Y es precisamente por eso que hablo en pocas ocasiones de mis clientes.
Hace más o menos dos meses, decidí que ya iba siendo hora de actualizar las referencias de mi página web Artilingua. Evidentemente, encargué el trabajo a mi diseñadora preferida: May quien siempre me entiende a la perfección. Le mandé por correo electrónico algunos logos de mis últimos trabajos (es casi imposible tener una lista exhaustiva) y en un plis plas actualizó esta parte de la web. Y desde entonces, me pregunto: ¿por qué, por qué tan pocas veces dices que trabajas para unas marcas tan preciosas? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no te atreves?
Y es que muy a menudo, cuando veo pasar noticias sobre tal o tal profesional (bloggers, diseñadores, etc.) que ha trabajado para L’Occitane en Provence, me muerdo las uñas y me digo pero si tú también, sí, tú también, fuiste tú quien tradujo los textos para la revista de L’Occitane (España). ¿Por qué te cuesta tanto decir que en julio tuviste la oportunidad de ejercer de intérprete para la marca náutica, mundialmente conocida, Jeanneau del grupo Benneteau? ¿Por qué no dices más a menudo que las publicaciones de las redes sociales de marcas tan famosas como Amor Amor de Cacharel para América Latina y España son obra tuya? ¿O de la marca de gafas Blueberry? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Y cómo puede ser que nunca hayas dicho una palabra sobre el hecho que la traducción de toda la web y aplicación de Zero Malbaratat (contra el desperdicio alimentario y presente en supermercados catalanes) también haya pasado por tus manos? ¿O los programas informáticos de contabilidad creados y editados por la empresa Lucca y utilizados en empresas tan grandes como Deezer o Hitachi? ¿O que estás al mando de las redes sociales (Francia) de la marca australiana HButler o que acabas de traducir uno de esos preciosos libros que pronto estará en venta? ¿O que si Turismo Menorca habla en francés es, en parte, gracias a ti?
Y otros tantos por qué… difícil responder. ¡Lo único que sé es que los oficios-pasión existen! Y que, además, a veces te permiten vivir maravillosas historias de amor como la que acabo de vivir con los protagonistas del videojuego que acabo de traducir para el estudio Beemov.
También sé que estos por qué no van a desaparecer así como así. Lo sé. Me conozco. Pero cada día sonrío, a veces en silencio. Sonrío a la felicidad de todos esos correos que recibo con propuestas agradables y tentadoras. Sonreír y atreverse: dos de mis keyword (o palabras clave).
Y ahora, ahora tendré que darle al botón publicar y conseguir dormir plácidamente esta noche y repetirme que sí, que mis clientes son estupendos y que tengo derecho a hablar de ellos.