En ese remolino que es la vida, relajarse y abrazarlas. Allí en el fondo, las líneas se mezclan y los pensamientos se echan a volar. Correr para atraparlas y brincar para que vuelvan a entrar.
Agotada, estallar contra la pared, una vez y otra. Pero allá, más lejos aun, al final del hilo conductor de la vida, el corazón se va dibujando. Con una gran sonrisa. E intento agarrarlas, de nuevo, esas palabras que ya descansan.
Ellas pero no las demás. Las palabras de los demás y para los demás, esas siguen ahí gritando, jugando, bailando y cantando. Y me río, a lo lejos mirándolas de cerca. Acechándolas y vigilándolas.
Y valoro esa suerte, mi suerte, tu suerte, nuestra suerte. Y sonrío, cada vez. Un día, no hace mucho, soñaba en esas palabras que descansan, que viven, que echaron el vuelo, que se dibujaron. Palabras con vida propia. Palabras para la vida, la suya y la mía. Sí. Y las miro salir, sonreír, viajar, despegar.
Y hoy me pregunto si tengo derecho. Derecho de amarlas tanto, esas palabras. El orgullo también aparece para desaparecer justo enseguida. Rápidamente se va no sin antes darme un golpecito para que no me olvide de ocuparme de esas pequeñas o grandes, largas o cortas, poéticas o técnicas, cantantes o cerradas. Amarlas, mucho. Siempre. Las palabras.
Porque creo que es la primera vez en tres años que no tengo tiempo para las mías, de palabras. Paso los días contando palabras, componiendo, alineando palabras que hacen frases que hacen significados, tanto si vierto de una lengua a otra como si las derramo directamente sin esa fase de transposición. Las palabas, esas cosa impalpable y sin embargo tan cuantificable. Y calificable. Paso los días enteros rodeada de palabras. Lo que mi sueño fue, antaño. Precioso, me digo. Y más tarde, de nuevo, valorar la suerte y decirme que un día, sí, un día tendré más tiempo para mis palabras. Porque yo, en el fondo, como un secreto inconfesable, sé que ellas, también son mías, esas otras palabras que se fueron a vagabundear.
Y ante todo, muchas gracias a vosotros por leer mis palabras también,
por quererlas, saborearlas, amarlas.
¡Gracias a vosotros, sobre todo a vosotros!