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Mi hija, mi amiga, mi única

Tu y yo decidimos, un día, formar un gran equipo. En realidad fui yo quien lo decidió.

Cuando tu estabas aun en mi vientre, te hablé en mi lengua, muy bajito para no molestarte ni hacerte daño porque eras tan pequeña que no paraban de decirme que fuera con cuidado. Y tenía miedo. Siempre me acordaré de la primera vez en que te lo dije: “no te preocupes, cariñito mío, tu y yo somos fuertes, formamos un gran equipo”. Fue en uno de nuestros muchos baños espumosos, ese ritual del atardecer que duró nueve meses. Y todavía hoy, a tus tres años y medio (aunque tu a veces te empeñes en decir que tienes cinco), te lo repito, me lo repito.

Mi hija, mi amiga, mi única

Un gran equipo para sonreír. Un gran equipo para apoyarse y ayudarse. Avanzamos juntas, mi niña. Con él, claro está, con el mejor de los coachs deportivos. Porque como ya sabes, un equipo no funciona sin un buen entrenador, con energía y fuerza, con ganas e ímpetu, un entrenador que sabe conducir por el camino que toca.

Y tu eres única, tu eres mi única, mi hija. Y como si de una transmisión tácita se tratara, yo sé que te estás ya convirtiendo en mi compañera, en mi amiga. Atravesamos horas y horas juntas. Muchas. Y te hablo, te explico, te charlo sobre la vida y tu me escuchas y me respondes, con pertinencia, muchas veces. Y tu precisión me asombra, tus bonitas palabras, tus eres guapa mamá, tus te quiero mamá, tus eres guapo papá.

Un gran equipo. De madre a hija. De madre a hija. Me veo en mi madre, te veo en mí. Una hija. Una amiga. Única.

Porque es ahora a tus tres años y medio que me siento madre. Madre de verdad.

Margarida

Niños

Ser madre en el extranjero

Maman à l'étranger

Princesita es una niñita de 18 meses (¡hoy, hoy!) muy alegre, sonriente y muy afectuosa a quién le encanta darnos besos con su boquita -atención, hay que poner la boca en «posición de beso»- y que es muy niña porque no para de hablaaaar, ¡se pasa el día «hablando»! Sí, os lo aseguro. De cada vez hace frases más largas e incluso a veces las acaba con esa entonación de «mamá, te has enterado, esto es una pregunta, ¿ok?»». Pero no, no siempre la entendemos. Como para todos los bebés, se requiere tiempo para una total adquisición del lenguaje. Con la particularidad, para ella y como ya sabéis, que tiene dos (tres) lenguas que adquirir. Aunque ya hay palabras que pronuncia claramente : «aigua» (agua), «non», «papa», «mamà» (y a veces «maman» en francés -no me gusta), mé («més» de «más»), «allô», «au revoir», «bébé», «doudou», «putó» («botó» para»botón»), «a y est», «ya ta» (de «ja està»), «baño»… seguro que me olvido de algunas pero eso empieza a asemejarse a un bonito melting pot

Y es que pienso que esta expresión, melting pot, de origen angloamericano define bastante bien lo que representa criar a un hijo en el extranjero. Como mamá en el extranjero que soy, intento asimilar un montón de cosas, tanto prácticas como sentimentales que me apetece hoy compartir con vosotros:

– Conseguir que los demás entiendan que SÍ que la niña entiende todo lo que le digo! Y que SÍ que va a entender a su familia de allí;
– Darle mucho mucho amor, el mío y el de toda mi familia que no puede dárselo cuando quiere;
– Dar a entender a la niña que esta familia que a menudo «se encuentra» dentro del ordenador, no puede agarrarla a través de una pantalla;
– Que no, que no cada vez que llamamos a la «iaia» tiene que correr al escritorio y ponerse delante del ordenador, no, a veces utilizamos el teléfono normal en vez de Skype;
– Aprender a no prestar atención a la gente que «os escucha con una mirada rara» en la sala de espera del médico, por ejemplo (sí, a veces ocurre);
– Asumir que la mayor parte del tiempo somos las únicas a poder transmitirle una cultura, una lengua y una familia;
– Hacer que las vacaciones no se conviertan en un problema. Intentamos ver todo lo que podemos a la familia de aquí para marchar allí sin remordimientos y quedarnos varias semanas;
– Intentar reproducir, por mucho que cueste, lo que hemos vivido nosotros en nuestra infancia aunque las personas, los lugares y las costumbres no estén aquí presentes (¡y suele ser duro!);
– Cantar canciones que aprecias un montón y que te avivan muchos recuerdos, sabiendo que nadie va a compartir este momento de emoción (= y ahí te sientes solo sobre la faz de la tierra);
– Pasar esos días que son importantes en nuestro país de origen (y para nosotras) siendo aquí días «normales». Pienso especialmente en la bonita fiesta de los Reyes Magos;
– Esos días en que a una misma le gustaría estar allí, los días de un poco de añoranza y que sabes que tienes que hacer lo imposible para que tu hijo no sienta nada de todo eso;
– (…)

 ¿Y vosotras, mamás en el extranjero, cómo lo vivís? ¿Me ayudáis a completar la lista? Las demás, ¿cómo creéis que reaccionaríais al hecho de ser madres en el extranjero?