Escribir, escribir y seguir escribiendo. Todo el día. Teclear. Garabatear palabras en un papel. Tachar, borrar, empezar de nuevo. Retomar la frase y cambiar el punto y coma. Pensar. Buscar en un diccionario y encontrar sinónimos. Transponer y traducir, es decir, escribir también.
El trabajo de escritura no es una tarea simple ni simplista. Escribir es trabajo del intelecto, del alma y de la técnica. Un cocido que cuece a fuego lento, que debe salpimentarse y que tiene incluso que darse a probar.
Los niños escriben, los médicos también, los artesanos y los abogados, los guionistas y los carteros. ¡Qué alegria saber amar escribir! Y con ese fondo sonoro de notas saltimbanquis de piano-jazz-ballet que me acompañan en la escritura del día, tengo ganas de deciros que a mí, este cocido me gusta con locura.
La historia del cocido
Es un cocido que tiene ingredientes variables, un buen trozo de carne de ternera para el director de industria, un poco de pollo con gusto más fino para la amante de repostería y por qué no, un poco de col adornada con zanahorias y cebolla para conseguir esa mascarilla facial para el cliente del sector de los cosméticos.
Y es que hay gente que se pregunta que qué es ese oficio de redactor en la era digital. Ser traductor es más fácil de entender y sin embargo para traducir es otra pasta la que se tiene que amasar. Pero redactar, escribir artículos, hacer páginas web, resulta a veces un tanto raro para la gente.
Es tan variado que incluso entre colegas se eligen etiquetas distintas. Unos dicen ser redactores web, otros creadores de contenidos, otros también dicen ser copywriters. Cierto, hay matices, como aquél que prefiere el cocido un poco más salado y aquél otro que pone un poco de tomillo, pero en el fondo, todos hacemos creamos redactamos. Cierto, cada uno tiene su estilo y menos mal! Allá cada uno con sus especialidades y menos mal! Sí, porque en el fondo, a veces, ¡una rica sopa de langosta sabe mejor que un cocido!
Todos trabajamos en y para la comunicación, para llegar a nuestro público objetivo y vender, hablar, comunicar, hacer marketing sobre un producto, una empresa o una idea. Para ello, distinguimos varias etapas. Primero vamos al mercado para llenar nuestra cesta, es cuando encontramos al cliente porque necesitamos informaciones para elaborar nuestro texto. Después, pasaremos a la etapa de pelar y preparar los ingredientes, nos documentamos, preparamos un plan, un esquema, sabemos qué ingredientes es mejor añadir en primer lugar al cocido para que sea más sabroso y jugoso. A imagen de la regla de la pirámide invertida, herencia del periodismo y que nos permitirá empezar por lo esencial. También se habla de gancho, de eslogans, podremos escribir fichas de productos o textos publicitarios. Y sobre todo, no podemos dejar de servir eso sin un poco de posicionamiento natural (SEO).
Y así pues, tendremos nuestro cocido listo para comer pero atención, a diferencia de lo que mucha gente puede pensar, uno no se convierte en redactor, copywriter o creador de contenidos en un abrir y cerrar de ojos. Normalmente, los redactores web salen de facultades de comunicación o de publicidad, son periodistas o han cursados estudios literarios y de letras. Se necesita rigor, un conocimiento fino de la lengua, algo de diplomacia, saber ponerse en el lugar del otro y sobre todo, amar y querer jugar con la lengua!
¿Así pues, cocido o no cocido?