Aquí os dejo algunas imágenes de un fin de semana en el que el corazón dio un vuelco, un vuelco tan grande que ni siquiera tuvimos ilusión de compartir en directo en Instagram los tesoros que estábamos viendo y descubriendo. Porque nuestra escapada, ese fin de semana lejos de todo con el que soñábamos desde hacia tiempo, tuvo finalmente un sabor a fiesta truncada.
Pero Bourges se nos presentó, con más razón, como un bonito regalo, una ciudad pequeña donde uno pasea tranquilamente y descubre callejuelas de antaño. Momentos para reír, para disfrutar de él, de ella. Una bonita ciudad que, a pesar de la gran niebla y de un cielo un poco gris, supo arrancarnos sonrisas. Y al caer la noche, nos acurrucamos, corazón contra corazón, dándonos las manos.
En pleno corazón de Bourges para amarse muy mucho, de un amor más robusto que todas esas piedras centenarias y más alto que esa espléndida catedral, Patrimonio de la Unesco.
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Y a la vuelta, hicimos una parada gastronómica en Tours... pero eso lo dejamos para otra ocasión, ¿a qué sí?
¡Besos!