Salgo hoy con dos intenciones: rescatar uno de mis billetes publicados ya en este sitio pero en versión francesa y un tanto más antiguo y aprovechar, entonces, para actualizarlo y reflexionar acerca del tema, esta vez en castellano.
La historia trata de ese novedosa aplicación para smartphones que consigue traducir el llanto de los bebés para que los padres sepan porqué su niño está llorando. Sin duda alguna los creadores de esa aplicación, de la empresa Biloop, quieren mostrarse al mundo como los maestros en el arte de reunir tecnologia y sentimientos. Dicen que la finalidad consiste en que los padres o cuidadores de los bebés puedan actuar de manera más rápida y eficaz.
El funcionamiento es el siguiente : la aplicación cuenta con seis modelos de llanto, hambre, sueño, nerviosismo, malestar, aburrimiento o pánico. Se activa la aplicación, se acerca el smartphone a unos 50 centímetros del bebé, lo dejas en funcionamiento unos 10 segundos y el aparato te envía un informe revelando el tipo de llanto del bebé.
La aplicación ha sido testada clínicamente y los resultados han sido positivos en un 90% aproximadamente. Este avance tecnológico se apoya en los conocimientos pediátricos sobre las expresiones más tempranas en los bebés. Lágrimas y gemidos son considerados como el primer lenguaje de los niños. De momento ya está a la venta en los Apple Store, pronto en aparato libre e incluso ya se ha presentado también un modelo de osito que presenta las mismas características reduciendo el tiempo de espera del resultado.
No es mi intención entrar en detalles tecnológicos y/o científicos, no pongo en duda la labor de innovación de los padres del Cry translator pero sí tengo algunas cuestiones de sentido común rondando por mi cabeza :
-¿No se corre el riesgo, con esta aplicación, de romper y sustituir la relación de aprendizaje en la comprensión entre padres e hijos que se establece desde el momento mismo del nacimiento?
-El llanto representa, de alguna forma, la base de una futura comunicación (tan importante entre padres e hijos), digo yo que quizá estos avances contribuyan a restar importancia a dicha comunicación…
– ¿El saber hacer y el saber estar de las madres (y padres) queda, así pues, en entredicho?
Como todo, al final, será cuestión de saber dosificar, sí al uso pero no al abuso. Yo, mientras tanto, cuando oiga llorar a mi bebé, seguiré haciendo caso a mis intuiciones!